La inmigración Europea a Buenos Aires trajo consigo una enorme creatividad culinaria como consecuencia de la necesidad imperiosa de subsistir. El resultado es una apreciable variedad de platos que hoy forman parte del patrimonio cultural de cada familia y, de manera transitiva, de nuestro país.
En estos días, en particular, las memorias de mi abuelo materno abundan más que nunca en mi corazón, ya que es el mes de su natalicio. Un ser delicioso, entrañable, encantador. Quienes lo hayan conocido podrán dar fe de que fue así: un fuera de serie absoluto. Su origen genovés, por parte de madre, le dio un distintivo color rojo profundo a sus cabellos. Como buen colorado, su picardía era infinita...
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Jerry Donati |
Los genoveses del barrio porteño de La Boca han aportado maravillas culinarias. Pero éstas maravillas tienen la característica primordial de la sencillez. Sí, ingredientes sencillos, al alcance de sus apretados bolsillos, combinados con enorme gracia, cariño, creatividad y esfuerzo dieron como resultado los "boccattos" más sustanciosos. Esos "boccattos", al saborearlos o simplemente olerlos, instantáneamente nos remontan al hogar y a lo más íntimo y profundo de nuestro ser. Evocan a esos seres arrancados del viejo continente, trasplantados y mezclados en esta tierra nueva y fértil colmada de desesperada esperanza...
Muchos podrán hablar de "las recetas de la abuela". Yo voy a hablar de las "bruschettas de mi abuelo Jerry Donati". Mi abuelo "Pampa" (nombre que le di de pequeñita al no poder decir "Grandpa").
De chica, solíamos pasar nuestros veranos en familia en la costa atlántica bonaerense. Y en alguna de las tantas tardes en que la brisa se convierte en viento colmado de arena y humedad marina, a la hora en que el hambre brota tras repetidas caminatas y zambullidas, Pampa se acercaba tímidamente a la cocina. En instantes, nos agolpábamos detrás de él, porque sabíamos lo que venía: sus famosas bruschettas. Pero no vayan a creer que esta delicia constaba de una sofisticada elaboración (proporcional a su éxito indiscutido). No. Todo lo contrario. Eran las bruschettas más sencillas y más sabrosas. Tenían la sencillez del inmigrante genovés, heredada de otros tiempos. En tiempos de necesidad, la sencillez llenaba la cocina de aroma, llenaba las panzas vacías y llenaba el alma del inmigrante. Y para nosotros, con ese placentero cansancio playero, las bruschettas de Pampa eran, ni más ni menos, que esa caricia al alma. Panza llena, corazón contento...
Cabe aclarar que las bruschettas no duraban ni un instante en el plato. Las devorábamos con afán ni bien salían de las manos de mi abuelo.
Aquí va la receta:
Ajo
Pan Francés
Aceite
Sal
Cortar el pan francés en rodajas y tostarlas. Frotar cada tostada con un diente de ajo cortado a la mitad. Humectar con aceite y agregar una pizca de sal.
¡Ah! Como diría Sabatino Arias, se recomienda que todos los comensales compartan el sabor del ajo simultáneamente.
¡A probarlas!
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Mmmm... lista para comer |
Y mientras escribo y sueño con los alimentos que van de puertos a mares y de mares a puertos, escucho la voz de Pablo que, casi leyendo mi mente, me formula una pregunta que considero retórica en cualquier circunstancia: -¿Hacemos una cazuela de mariscos?
He aquí el resultado...
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Mezclando con el arroz |
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Acompaña un Torrontés Salteño |
¡Hasta la próxima!